miércoles, octubre 24, 2012

Grandola, Vila Morena

El 25 de Abril de 1974 se produjo en Portugal la llamada Revolución de los Claveles. Dicha revolución permitió derrumbar de un día para otro la vieja y apolillada dictadura de Marcelo Caetano, el heredero de Augusto Salazar.

Cuándo se camina hoy por las calles de esa Lisboa mezcla de cosmopolismo, vigor comercial y antiguos aires intelectuales y humildes, simbolizada sobretodo en el barrio del Chiado, todavía puede respirarse el ambiente que rodeó a aquella revolución. Las huellas del pasado siguen ahí, mostrándose orgullosas en las fotografías que exhiben algunos establecimientos, en los viejos muros del cuartel militar del Largo do Carmo (dónde el dictador buscó refugio aquél día) o en el pavimento de esta misma plaza en que una placa recuerda el nombre de Franciso José Salgueiro Maia, el llamado "héroe del 25 de Abril". La revolución es un motivo de orgullo en todo el país, pero especialmente en el corazón de Lisboa, aunque el orgullo portugués es comedido, reservado, humilde y casi tranquilo, y hay que fijarse en los pequeños detalles para percibirlo. 

En aquella jornada hubo una canción que actuó como catalizador de la revolución. Su emisión en la radio durante la madrugada fué la señal que sirvió de aviso a los militares que, sin disparar un solo tiro, ocuparon el centro de Lisboa y forzaron la rendición del dictador. La canción era "Grandola, Vila Morena", de José "Zeca" Afonso. Hace apenas unos días, muchos jóvenes portugueses entonaban su letra de nuevo durante las protestas ciudadanas contra los recortes, la dictadura de la Troika y de las asfixiantes políticas europeas de austeridad: "Grandola, vila morena, tierra de fraternidad, el pueblo es quién más ordena, dentro de ti ciudad".

También hace pocos días, un mes y medio atrás, mientras serpenteaba dando un paseo por ese puñado de calles que forman el Chiado lisboeta, me encontré un pequeño dibujo en una esquina cerca del Carmo. En él aparecía la efigie de Salgueiro Maia junto a las palabras: "25 de Abril Sempre". Dos días más tarde alguien ya se había encargado de eliminar todo rastro del dibujo, repintando la pared, pero me alegró comprobar que el espíritu de aquella revolución vive aún, cuándo las dictaduras en Europa ya no son militares sino económicas y los dictadores ya no visten ropas militares, sino trajes negros con aires de banquero.

Y en el breve encuentro con aquel dibujo (del que ni tan siquiera tomé una fotografía), resonaron en mi cabeza de nuevo los ecos de "Grandola", repitiendo incensantes: "En cada esquina un amigo, en cada rostro igualdad, Grandola, vila morena, tierra de fraternidad".